Amor y felicidad

Adán y Eva, A. Durero

I Parte: La expectativa.
Dicen que el amor es energía que fluye, fuerza salvaje, sin embargo, intentamos controlarlo…quizás por eso, nos destruye. Queremos aprisionarlo y nos esclaviza, procuramos entenderlo y nos deja perdidos y confusos.
La historia que nos han (mal) contado, al menos en occidente, nos dice que el amor es el fin de la vida y lo único que nos puede llevar a la felicidad. Y agregan que el amor verdadero es eterno y que no hay mejor lugar para ejercerlo que el matrimonio (entendiendo además, que se habla de amor heterosexual).
Pero junto con la radicalización de esa expectativa, al parecer, antinatural, han ido creciendo la insatisfacción y la decepción frente al amor y frente a la posibilidad de encontrar una pareja, esa persona única y especial que nos ame, nos complemente, nos entienda, que comparta nuestros gustos, aficiones, pasiones y que, como dice Cortazar en aquel inolvidable poema, sea nuestro (a) camarada.
Este amor idealizado y tan lleno de cortapisas parece ser una invención más o menos reciente (siglo XVII o XVIII). En ese contexto, se nos enseñó y aprendimos que el objetivo es lograr un amor correspondido y que, a partir de ahí: ¡todo estaría bien!, no haría falta más que preservarlo, mantenerlo así: estático. Fijarlo como si se tratase de una fotografía e intentar, a como de lugar, que sobreviva, al margen de la vida y sus circunstancias; al margen de los cambios, de los pesares y las alegrías, mantenerlo congelado en el tiempo, para que siga siendo "igual que el primer día"...
¡Absurda y antinatural pretensión!.